China: ciudades que pesan más que las personas

Lo que más me impresionó de China no fue su escala, sino su silencio. No el silencio del ruido —porque hay bocinas, pantallas, motores—, sino el de sus ciudadanos, que parecen deslizarse por la ciudad como si no quisieran dejar huella. En Pekín, en Shanghái, en Chengdú… sentí más la presencia de los edificios, del hormigón, del acero, que la de la gente que los habita.

Las ciudades dominan. Avenidas inmensas, plazas vigiladas, pantallas que iluminan sin calidez. Todo funciona, todo se mueve, pero nadie parece reclamar espacio. Nadie levanta la voz. Vi miles de personas, pero pocas caras. Como si la masa fuese más importante que el individuo. Como si lo verdaderamente chino fuera la arquitectura del sistema, no la figura humana.

Fotografiar allí fue mirar entre líneas. Esperar que alguien se recortara contra el fondo de su propia ciudad. Descubrir que, muchas veces, las personas están, pero no se imponen. Y quizás por eso, cada gesto pequeño —una mirada, una pausa, una sombra— cobra un valor inmenso.

Beijing, August 2015