Nepal, el viaje que me cambió
Nepal fue el primer viaje que hice completamente sola, y por eso permanece como uno de los más emotivos y significativos de mi vida. Pero no estuve realmente sola. Allí conocí a Bijay, un amigo entrañable cuya generosidad y compañía convirtieron mi travesía en algo profundamente humano. Él no solo me mostró los rincones de Katmandú, sino que me llevó más allá, hasta las faldas del Everest, donde la inmensidad del paisaje parecía abrazar cada emoción.
Aquel viaje fue también un encuentro con su familia, con su hogar. Recuerdo especialmente a sus hijas: chicas guapísimas, listas y llenas de vida, a quienes sigo su evolución desde la distancia, gracias a las redes sociales.
Nepal es un país entrañable donde las fotografías salen solas. No hay que esforzarse por retratarlo; la belleza está en todas partes: en un gesto, en una calle polvorienta, en una mirada serena. Lo cotidiano, lo íntimo, lo inesperado… todo quedó grabado en cada imagen que tomé.
Viajar sola hizo que lo viviera todo con más intensidad. Cuando no hay un grupo que te distrae, buscas la emoción en lo que te rodea, en las personas, en los encuentros. Estás más despierta, más disponible. Y cada instante, cada fotografía, se vuelve más verdadero.
Katmandú, agosto 2012