Siria, antes del silencio

Visitar los bares del centro histórico de Damasco, comprar un souvenir con el rostro de Assad o relajarse en Alepo: así promociona hoy una agencia su viaje a Siria, un país que arrastra más de una década de conflicto y medio millón de muertos. Lo llaman "turismo de guerra". Pero resulta difícil justificar éticamente la visita a un lugar del que 1,5 millones de refugiados no pueden regresar, y donde más de 14.000 personas han muerto en prisión bajo el régimen de Assad.

Yo tuve la suerte de conocer Siria en tiempos de calma. En 2010, los turistas llenaban la Gran Mezquita de los Omeyas en Damasco. Según la Organización Mundial del Turismo, ese año el país recibió 8,5 millones de visitantes. Desde entonces, no ha vuelto a haber cifras oficiales.

La guerra de Siria ha marcado buena parte de la información internacional en la última década. Un conflicto devastador que ha destrozado vidas, causado millones de heridos, desplazados y refugiados. El país se convirtió en un tablero de batalla con múltiples frentes: las fuerzas leales al régimen, las opositoras, grupos yihadistas, milicias kurdas, y actores extranjeros. El futuro del país se negocia hoy fuera de sus fronteras. Aquella Siria que conocí, ya no existe. El país está roto en fragmentos.

Cuando viajé en 2010, el malestar ya se sentía, pero Siria aún conservaba su esplendor. Era el país de las Mil y una Noches, con cúpulas azules, mezquitas doradas y mercados vivos. Damasco, una de las ciudades más antiguas del mundo, guardaba huellas de todas las civilizaciones que la habitaron: romanos, bizantinos, otomanos, cruzados. Más de dos millones de habitantes convivían en paz: asirios, kurdos, árabes, armenios, turcos, drusos, cristianos, musulmanes. La diversidad era palpable en sus calles, en su arquitectura, en su gente. Su mercado era considerado el más grande de todo el Cercano Oriente.

Hoy, todo aquello ha desaparecido. La guerra se lo ha llevado todo. Más de 1,4 millones de sirios viven en 58 campos de refugiados repartidos por Oriente Próximo.

Viajé a Siria en septiembre de 2010.